En 1915, en la cúspide de la prosperidad económica de Yucatán, el estado producía casi el 100% del sisal del mundo, una fibra cruda hecha de la planta de henequén que se utilizaba como hilo aglutinante para la cosecha de trigo. Casi el 70% de toda la tierra de Yucatán estaba dedicada a su producción.
Brígida de las cenizas
Conocida como el ‘oro verde’ de México, la industria del henequén, construida sobre un sistema de trabajadores mayas indígenas esclavos y poderosos propietarios de haciendas mestizas, comenzó su rápida caída con la llegada de la Revolución Mexicana y la reforma social que la acompañó.
El último clavo en el ataúd del henequén fue la invención de las fibras plásticas después de lo cual, el estado, que alguna vez fue el más rico de todo el país, cayó lenta pero seguramente en la pobreza y el desastre económico.
Recientemente, le asignaron a varias familias pequeña parcelas de tierra como parte del proyecto gubernamental Sembrando Vida pero la escasez de agua es un problema importante. Enfrentan perspectivas retadoras para convertir sus nuevas tierras en viables fuentes económicos.
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